Aun siendo un día laborable, el día 23 de abril, festividad de Sant Jordi, la celebración más popular de todas cuantas encontramos en el calendario en Catalunya.
¿Pero quién era Sant Jordi?
Sant Jordi, San Jorge, Saint Georges, San Giorgo… llámele usted como quiera. Él es uno de los santos de mayor veneración en toda Europa e incluso en zonas más lejanas.
Aunque cada vez más voces consideran que quizás nunca llegó a existir, la tradición nos cuenta que Georgios, cuyo nombre en griego significa el que trabaja la tierra, era un soldado romano y cristiano. En la época de las persecuciones de Diocleciano, las últimas y más crueles de las varias que existieron, Georgios no habría querido renunciar a su fe y por ello murió martirizado. Estamos hablando del siglo IV dC. A partir de entonces, su veneración, desde tierras del Próximo Oriente, se fue extendiendo rápidamente hacia Europa gracias a las peregrinaciones a Tierra Santa.
Pero fueron las Cruzadas, en los siglos IX y X las que extendieron la fama del soldado-caballero, que se convirtió en un héroe de la lucha contra el mal. Así, rápidamente, su culto se extendió por Grecia, Rusia, Inglaterra, Portugal, Francia, Castilla… y llegó también a la Corona de Aragón.
Tal fue su influencia, sobre todo a partir de la expansión mediterránea de la corona catalano-aragonesa, que en el siglo XV Sant Jordi desbancó en su categoría de patrón a San Martín, que había sido tradicionalmente el santo más venerado de Catalunya desde los tiempos de Carlomagno.
Oficialmente. Porque de la protección de Sant Jordi en la batalla ya había hablado en sus crónicas el rey Jaime I, cuando relataba la conquista de Mallorca. Y también la habían referido textos anteriores que lo convertían en el paradigma del caballero medieval.
El héroe y su leyenda
La leyenda más conocida de todas las que le rodean nos habla de su lucha contra el dragón. En realidad, estamos delante de un mito que procede de culturas anteriores al cristianismo y que ya aparece en la mitología egipcia, en la persa e, incluso, en las culturas mesopotámicas.
En Catalunya, esta leyenda sitúa a Sant Jordi luchando en las murallas de Montblanc, una ciudad situada entre Tarragona y Lleida. Montblanc, dominada por un terrible dragón que arrojaba fuego por la boca, vivía aterrorizada. Para intentar calmar el mal humor y el hambre de la bestia, los habitantes de Montblanc iban sacrificando animales hasta que ya no les quedó más criaturas vivas que las humanas. Y así, el consejo de la ciudad decidió sacrificar a las doncellas.
Cuenta la leyenda que la mala suerte (o la buena, según se mire) quiso que la primera de las sacrificadas tuviese que ser la hija del señor de Montblanc. Y cuando ya resignada la joven se dirigía a la gruta donde se escondía aquel monstruo, Sant Jordi apareció con su brillante armadura a lomos de un caballo blanco y con una enorme lanza atravesó el cuello del dragón, que cayó muerto a sus pies.
Del gran charco de sangre que allí cayó, nació un rosal de rosas rojas. Sant Jordi recogió una de ellas y se la regaló a la princesa.
Y ya está. No sabemos nada más. No sabemos si se casaron o no, si fueron felices o no, si comieron perdices o si se divorciaron. Nada más. Solo sabemos que ya en el siglo XV, en Barcelona, se celebraba una Feria de las Rosas en el entonces recién estrenado Palacio de la Generalitat, y que ese día los caballeros regalaban rosas a sus damas.
¿Solo rosas?
Pero en Catalunya, Sant Jordi se ha convertido en la Fiesta de la Rosa y también del Libro.
Porque esos son los regalos que se esperan el día de Sant Jordi. No hay sorpresas, todo está establecido. Tampoco hay que romperse la cabeza pensando con qué sorprender a nuestra pareja.
Una rosa y un libro
La rosa, roja. O de cualquier color, porque aparte de las rojas, de rosas las hay blancas, amarillas o rosa pálido. Y en los últimos años, también azules, violetas, negras o incluso con pétalos de diferentes colores. Lo importante es que haya rosa. Elegir el color ya viene después.
Y un libro. La tradición de regalar un libro por Sant Jordi se añade a la fiesta ya a principios del siglo XX. Un libro, el que sea. Da igual que sea un tratado de filosofía que una novela de intriga o un cómic. Lo importante es que sea un libro.
Y es que el 23 de abril es un día muy ligado a la literatura. Fue un 23 de abril, el de 1616, cuando murió Miguel de Cervantes. Y ese mismo día, aunque sea según el calendario Juliano, murió también William Shakespeare. Así, desde los años 20, al regalo de la rosa se le añadió el de un libro.
Celebrando una vez más la Diada de Sant Jordi
Este es un resumen de la historia de Sant Jordi. Ahora le corresponde a usted, lector, hacer su propia historia de Sant Jordi.
Después de unas cuantas ediciones condicionadas por el Covid, parece que este año volveremos a celebrar una gran jornada de Sant Jordi. Además, el calendario nos la sitúa en domingo; una razón más para salir a la calle a disfrutar del día. Es como si una vez más Sant Jordi se hubiese erigido en un héroe vencedor en su lucha contra el mal. Contra el Covid-19.
Su espíritu sigue estando presente entre nosotros. Y así, una vez más, celebramos en Catalunya el día de los enamorados, el día del amor, y también el día de la amistad llenando las calles de pueblos y ciudades de puestos de rosas y libros adornados con la senyera, la bandera de Catalunya.
No dejemos pues de regalarnos una rosa y dedicarnos un libro. Para nuestro enamorado o enamorada, o para cualquier persona a la que queramos decirle lo importante que es para nosotros. O por qué no, para nosotros mismos. Porque todos merecemos una rosa y un libro, al menos una vez al año.