Bosques camino de Zubiri

Roncesvalles – Zubiri, primera etapa

Son las 6 de la mañana y las luces del albergue se encienden. Es la hora que habíamos previsto para despertarnos. Pero si no lo hubiésemos previsto, habría sido lo misma. De hecho, somos los últimos en despertarnos. Estamos en el día D y casi casi en la hora H. ...

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Roncesvalles – Zubiri, primera etapa

Son las 6 de la mañana y las luces del albergue se encienden. Es la hora que habíamos previsto para despertarnos. Pero si no lo hubiésemos previsto, habría sido lo misma. De hecho, somos los últimos en despertarnos. Estamos en el día D y casi casi en la hora H.

Nos levantamos y nos vestimos en voz baja para no despertar a nadie. Pocos minutos después nos dimos cuenta de que la mayoría de los que dormían ayer por la tarde cuando salimos a pasear, ya se han marchado. En el apartado de al lado, una pareja con dos niñas también se están preparando. Ver que nos somos los únicos que se animan a una aventura como esta con niños, anima un poco. Menos mal!!!

Bajamos al vestíbulo en busca de las bodas. Ya casi no queda ninguna. Las nuestras y pocas más.

Y salimos a la calle. Son las 7 de la mañana del 29 de junio. Hay una niebla que casi no deja ver ni el otro lado del patio. Parece que estemos en pleno en invierno. Pero no, hoy es San Pedro.

Nos vamos a desayunar al bar de enfrente del albergue. Primera lección. Son más de las 7 y todavía está cerrado. Hay mucha gente porque todo el mundo está ya preparado para empezar a caminar. Cuando por fin abren, con toooda la calma del mundo, nos enteramos de cómo funciona aqui el ritual del desayuno: primero hay que pedir los cafés y luego conseguir mesa. Es una fila interminable para conseguir un café de calcetín o un zumo y unas tostadas con mermelada y mantequilla, ya que no hay opción a escoger nada más. Conseguido todo esto nos sentamos en la única mesa libre, de la que hace un par de minutos que se han levantado los anteriores peregrinos y que aún nadie a limpiado. Fatal!! Al TripAdvisor que van!! Todavía estamos un poco en «modo turista», jejejejeje…

Ahora si, por fin!

Finalmente, y tras hacernos la foto de rigor (que no se si sirve para coger ánimos o para perderlos), comenzamos a caminar. Son casi a las 8 pero ya hace 2 horas que nos hemos levantado. Es un tiempo de temperatura ideal que no podemos desaprovechar, así que ya decidimos que nos tenemos que organizar de otra forma. Esta no ha funcionado. Nos levantaremos, saldremos a caminar y desayunaremos en el primer pueblo que encontremos. Y así lo hicimos casi todo  los días hasta el final.

Inicio de la etapa Roncesvalles - Zubiri

De hecho, saliendo de Roncesvalles a las 7, se llega a Burguete antes de las 8. El camino hasta llegar a Burguete hace bajada. La gente te va adelantando, con más o menos ritmo y con un «Buen Camino» con muchos acentos diferentes, que a los crís les hace mucha gracia.

Poco después empieza a llover. Ale, párate, descarga mochilas y saca el chubasquero y la funda de la mochila. Menos mal que lo tenemos todo en su sitio, dobladito y apunto. Y como buenos urbanitas que somos, quedamos empapados mientras nos lo colocamos todo. Cargamos mochilas y continuamos. Diez minutos después deja de llover. Suena a novatada!!!

Llegamos a Burguete, el primer pueblo después de Roncesvalles. El camino pasa por delante de un par de bares donde reconocemos a algunos de los peregrinos que anoche vimos cenando y que esta mañana no hemos encontrado en el desayuno. Casi al lado hay un supermercado y justo cruzar la carretera una zona de mesas donde descansar y comer algo si en lugar del bar has escogido comprar 4 cosas. La experiencia es un grado también aquí, pero ya iremos aprendiendo!! Días no nos faltaran.

Pasado Burguete, seguimos bajando por bosques aún húmedos. Y ahora empezamos a encontrarnos animalejos, hormigas, gusanos y unas babosas enooormes, a las que Marta les va cantando una canción aprendida en el colegio, mientras las va achuchando con el bastón.

Acercándonos a Zubiri

Bocadillo de chistorra camino de Zubiri

La mañana va pasando y los kilómetros también. Llegamos a Bizkarreta y aqui empieza el Camino gastronómico: bocadillo de chistorra navarra, no sea que después no vayamos a encontrarlos en ningun sitio más. Eso sí, la medida del bocata también es navarra. Enorme. Nos sirve incluso de comida aunque solo sea mediodía.

Y seguimos, seguimos bajando hacia Pamplona, pero la tarde empieza a hacerse larga y los kilómetros empiezan a pesar. 24 para el primer día son bastantes, pero el Camino obliga. El único pueblo con albergue entre Roncesvalles y Zubiri está en Espinal, a solo 6’5 kms de la salida. Y es muy poco para el primer día. Los siguientes están ya en Zubiri.

Aqui tenemos también el albergue reservado. El «modo turista» con el que hemos preparado la primera parte del camino nos ha hecho reservar los albergues de los primeros 4 días: Roncesvalles, Zubiri, Pamplona y Puente la Reina. Eso sí, este «modo turista» lo desactivamos muy rápidamente. Pero en este primer día de caminata nos fue muy bien saber que cuando llegasemos al final de la etapa tendríamos una cama, bueno 4 en realidad, esperandonos.

Eso sí, las reservas, que se hacen por teléfono (ni mail ni por escrito) se guardan hasta las 3. Si hay que llegar más tarde, hay que llamar par a avisar. Así que, aquí empezamos un nuevo ritual que fue el de llamar, casi cada día, a las 3 de la tarde al albergue de turno, para avisar que nos guardaran la cama, que llegaríamos. Aunque no podíamos confirmar cuando.

Sobre las 4 y media, por fin llegamos a Zubiri. Al cruzar el puente de entrada al pueblo hay un albergue, pero no era ese. Ley de Murphy, el nuestro estaba al final del pueblo, pero eso sí, como lo vimos todo de camino, cuando llegamos ya no tuvimos que movernos más.

Albergue privado versus albergue municipal o parroquial

El albergue donde nos alojamos en Zubiri es privado, como la mayoría de los que utilizamos. La razón principal para elegir los albergues privados en lugar de los municipales o parroquiales es que en estos últimos no aceptan reservas. Quien primero llega tiene cama y cuando esta lleno, está lleno. Y nosotros que muy temprano no llegamos ningún día, no queríamos arriesgarnos.

Seguramente si lo hubiesemos hecho no hubiesemos tenido ningun problema (y más siendo una familia con dos niños), pero no teníamos demasiadas ganas de aventuras adicionales, así que tiramos de privados siempre que nos fue posible (aunque con diferentes experiencias que ya os contaremos). Seguramente en un caso extremo hubiese sido emocionante para los niños dormir al raso, pero para nosotros y nuestras espaldas, la aventura se vive de otra forma.

Bueno, lo que os decía, el albergue donde estuvimos en Zubiri es el Albergue Suseia. Es una casa adosada y no demasiado grande. Hay que dejar las botas y los palos a la entrada (eso ya lo teníamos aprendido así que no nos sorprendió) y escaleras arriba llegamos a nuestra habitación, para nosotros solos, con 4 literas y el lavabo y las duchas justo al lado.

Al descargar las mochilas mi espalda hizo «click». Más que dolor de piernas o de pies, lo que tenía peor era la espalda. Pero, se trataba de entrenar, y para eso teníamos un montón de días por delante.

Después de una ducha, los niños estaban nuevos. Nosotros no tanto. Así que ya solo tocaba esperar la hora de la cena.

En la mayoría de los albergues se organizan «cenas de peregrinos». En los pequeños es una experiencia muy interesante porque los que han llegado aquel día se reunen alrededor de la mesa para cenar juntos y cada uno cuenta su historia. Nosotros cenamos con una familia canadiense, una chica china que vivía en Estados Unidos y 2 coreanos. Fue una de las primeras veces en que los niños entendieron lo genial que es saber hablar idiomas. Jordi hablaba con todos ellos, yo iba haciendo oído y los niños observaban.

Cuando acabamos de cenar no eran ni las 9, pero los ojos se nos cerraron a los cuatro en cuanto pusimos la cabeza en la almohada. Ya teníamos pillada la hora de acostarnos. Ahora solo faltaba conseguir levantarnos cuando sonase el despertador.

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