Uno de los lugares más vitales de una ciudad mediterránea es su mercado. Hay casi 40 de ellos en Barcelona. Cada distrito tiene el suyo, y en algunos de los barrios más poblados puede haber incluso más de uno. En el artículo de hoy hablamos de uno de ellos, el Mercado de Santa Caterina.
Un catálogo de arquitectura histórica
Ubicado muy cerca de la catedral, el Mercado de Santa Caterina es también un ejemplo de cómo algo tan común como comprar comida se mezcla con la arquitectura histórica.
Y es que Barcelona, con una historia de casi 2.000 años, conserva la arquitectura de diferentes épocas. A veces incluso en un mismo edificio. Y esto es lo que sucede en el mercado de Santa Caterina.
El mercado fue construido en 1848 sobre los restos de lo que fue uno de los conventos más importantes de Barcelona, el de los frailes dominicos, fundado en el s. XIII Pero también, en el mismo espacio, se descubrieron restos de la Edad del Bronce y una necrópolis romana del siglo IV d. C. en el subsuelo. Mezclado con todo esto, la remodelación realizada entre 1998 y 2003 también lo hace imprescindible cuando se habla de arquitectura contemporánea.
Arquitectura contemporánea para ir de compras
La última intervención fue realizada por Enric Miralles y Benedetta Tagliabue. El proyecto que propusieron permite una superposición entre lo viejo y lo nuevo, un diálogo entre diferentes períodos.
El viejo mercado era más grande que el actual.
Miralles y Tagliabue redujeron el número de puestos para construir conexiones entre las calles circundantes que no existían antes, haciendo que el mercado fuese más accesible y dinámico. Además, los espacios sobrantes se utilizaron para hacer 59 apartamentos para ancianos. Distribuidos en 2 edificios, aunque solo tienen entre 36 y 55 m2, disponen áreas comunes como una sala de usos múltiples en el primer piso y locales para uso comunitario.
Pero la parte más atractiva del mercado es su techo
Es una estructura metálica que pesa 604 toneladas y es un elemento que destaca por su colorido, compuesto por 200,000 hexágonos de cerámica de 15 centímetros, realizado por Toni Comella. Estos hexágonos tienen 67 colores diferentes que son los colores que resultan de pixelar una foto de un puesto de frutas.
También las puertas de acceso al mercado nos recuerdan lo que se vende dentro: tienen la forma, el color y la textura de las cajas donde se transporta la fruta.
También son notables las grandes vigas maestras que cruzan toda la parte central del edificio y los 109 arcos de geometría variable que sostienen el techo.
En la parte trasera del edificio se ha conservado un espacio reservado para los restos del antiguo convento de Santa Caterina.
Podemos tomar un breve descanso para disfrutar del mercado de Santa Caterina en nuestro recorrido por el Barrio Gótico.